Trece iglesias talladas en rojiza roca etíope hacen de Lalibela la que muchos han considerado durante años la octava maravilla del Mundo.
Fue la capital de Etiopía bajo la dinastía Zagwe y en el siglo XII el rey Lalibela, quien dio nombre a la ciudad, ordenó la construcción de las iglesias, aunque a día de hoy es todo un misterio cómo pudieron construirse los templos. Muchas leyendas han circulado en torno a ellas, como la de que los caballeros templarios colaboraron en su creación, algo que ha quedado descartado por las evidencias que hay de que fueron levantadas por la civilización medieval etíope.
Fue la capital de Etiopía bajo la dinastía Zagwe y en el siglo XII el rey Lalibela, quien dio nombre a la ciudad, ordenó la construcción de las iglesias, aunque a día de hoy es todo un misterio cómo pudieron construirse los templos. Muchas leyendas han circulado en torno a ellas, como la de que los caballeros templarios colaboraron en su creación, algo que ha quedado descartado por las evidencias que hay de que fueron levantadas por la civilización medieval etíope.
Lo que sí está claro es que el monarca Lalibela quería hacer de la capital del imperio la nueva Jerusalén, defendiéndose de este modo del avance del islamismo a través del norte de África. Tal era el fervor cristiano del rey, que bautizó al río de la localidad con el nombre de Yordannos (Jordán).
Las iglesias, construidas a base de roca volcánica, fueron horadadas en la tierra, de modo que fueran invisibles a posibles invasores del pueblo etíope, y están conectadas entre sí a través de una laberíntica red de pasadizos, puentes, túneles y pequeños cañones.
El conjunto arquitectónico de estos templos rupestres fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.
Más información en estos dos vídeos: 1, 2.
Lalibela, la Petra etíope.